Crítica de 'Tierras perdidas'

 


Me cuesta entrar a valorar un proyecto así, y es que se trata de esos caprichos que algunos cineastas pueden permitirse sin importarles más que eso, realmente, pero vamos al lío. 


'Tierras perdidas' es la última apuesta de Paul W.S. Anderson, un director que se ha hecho famoso por su estilo exagerado y sus franquicias de acción como Resident Evil. Basada en el relato corto 'In the Lost Lands' de George R.R. Martin —aunque este relato nunca alcanzó la fama de su saga Canción de Hielo y Fuego— la película nos presenta a Milla Jovovich como una enigmática bruja y a Dave Bautista como un guerrero rudo, en una misión que los conduce a través de un mundo posapocalíptico plagado de criaturas demoníacas y fanáticos religiosos. La premisa es buena, probablemente por el material del que se nutre, con el potencial de fusionar una atmósfera de fantasía oscura con secuencias de acción al límite, se ve rápidamente eclipsada por una narrativa desigual y un exceso de estilo visual que, en lugar de sumar, puede resultar cargante en numerosos momentos.


Desde sus primeros minutos, Tierras perdidas se esfuerza en sumergir al espectador en un universo que conjuga un ambiente desolador al estilo Mad Max con tintes medievales propios de los mundos de Martin. El filme apuesta por diálogos forzados y secuencias de acción a cámara lenta que, lejos de intensificar la experiencia, caen en la trampa del cliché. La evidente falta de química entre los protagonistas y la narrativa predecible logran que, a pesar de sus ambiciones, el viaje por esos páramos hostiles resulte desconectado e incluso superficial.



Visualmente, la cinta se presenta como un derroche de CGI y efectos digitales que pretenden elevar la situación a la categoría de épica clásica, pero que terminan evidenciando un exceso de artificio. Las escenas de acción, que podrían haber sido el motor de una aventura convincente, se repiten de forma monótona, mientras que los efectos digitales—en lugar de deslumbrar—se transforman en un tapiz de imágenes que poco aportan a la atmósfera de misterio y peligro. La constante lucha entre un montaje demasiado estilizado y la falta de profundidad emocional resulta ser uno de los puntos más críticos del filme.


En cuanto a las interpretaciones, Dave Bautista destaca por su presencia física y su compromiso en las secuencias de combate, ofreciendo momentos de genuina energía en medio del caos visual. Por otro lado, Milla Jovovich está en su salsa, a pesar de que se ve obligada a transitar por un guion lleno de diálogos teatrales y escenas sobreactuadas, que le impiden desplegar un personaje con la complejidad necesaria para sostener la trama. Esta dicotomía —donde la fuerza bruta se contrapone a una emotividad forzada— refleja el tono general de la película, que intenta elevarse mediante la forma a costa de descuidar el contenido y la naturalidad interpretativa.


Como os decía al principio, esto es un proyecto de cineasta que se lo está pasando bien ciñéndose a su estilo y sus gustos personales, sin importarle lo que digamos por internet. Además, me resulta inevitable admitir que casi siempre me lo paso bien con las películas del dúo Anderson-Jovovich, un matrimonio que parece no cansarse de crear juntos. Hay algo en su forma despreocupada de entender el cine que me encaja a la perfección como entretenimiento sin pretensiones. Aquí ella incluso ejerce de productora, junto a Batista, por lo que todo queda en un proyecto personal de ellos y para ellos. En lo técnico, 'Tierras perdidas' se erige como un ejemplo paradigmático de cómo el exceso de ambición visual puede opacar la esencia misma de una historia. A pesar de contar con un reparto de renombre y de aspirar a ser una experiencia épica, la película termina siendo una amalgama de clichés y efectos desmesurados, en la que el estilo triunfa sobre una narrativa esencialmente pobre y predecible. Anderson, fiel a su método, se sumerge en una estética kitsch y autoconsciente que, si bien puede resultar entretenida para algunos, deja insatisfechos a aquellos que buscan profundidad y coherencia emocional en el relato.





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